martes, 18 de diciembre de 2007

Instan_Táneas

El dedo de Dios escupe una brisa colérica y penetrante que se filtra entre los montones de libros jamás leídos y olvidados sobre el borde la ventana. El lugar está plagado de sonidos disonantes y una densa nube de humo domina la parte alta de la habitación. La brisa gélida cede ante los poderes de la nube y se diluye suavemente en su cauce como el río que muere en la boca del mar. Las sombras en el suelo me dicen que todavía es de día. Todo es desorden. La extensión en pleno de la habitación está llena de ropa sucia, basura, discos viejos y películas pirata.

La música me ha agotado y de repente tengo la necesidad natural de escapar del mutismo absurdo que se apodera de mis fines de semana y moverme. Hacer algo. Dejarme tocar por el sol. Respirar y sentirme vivo. Tal vez, por que no, encontrarme con alguien en un café, tomarnos algo, hablar de esto y aquello, caminar por ahí, reírnos de cualquier cosa. Vivir. El televisor que ha detallado todo cuanto acabo de contar se estremece con la idea de mi partida y me seduce sin mucha dificultad con su pose triple A. Sin remedio caigo en sus tentáculos cuando agarro el control remoto y me prostituyo por un instante entre las tetas y culos de la parrilla satelital.

Camino. Instantáneas de la calle vienen y van en un movimiento circular que me hace perder el equilibrio. Patas de animales me cruzan, algunas usan zapatos de piel, otras guantes de pelo. Mis pies están descalzos. Los carros rebuznan y la gente me silva improperios cuando atravieso la calle con el semáforo en mi contra mientras un sol lacónico y derrotado se rinde ante la columna de alquitrán que se adueña del cielo bogotano.

Divago. Dudo en plena cuarentaycinco y revisó la agendita digital llena de contactos que rápidamente abandono frustrado. Un gamín se acerca a pedirme plata llegando a la diecisiete y le contesto de la peor manera mientras el pecho se me infla de orgullo por mi sobrada reacción de chico rudo por que así de imbécil es esta cultura machista y acentúo sin pensar mis pasos de macho bravío. Más aún cuando se me cruza de frente una loca rubia y musculosa que me recuerda exactamente lo que jamás quisiera ser, y tengo la necesidad de volcar toda mi actitud masculoide hasta en el más mínimo movimiento como efecto colateral de mi negación inconsciente que me grita al oído… usted no es eso huevón, usted no es eso.

Respiro. Una gruesa nata de smog adorna el pañuelo con el que me acabo de limpiar la nariz. Estoy cerca del Parque Nacional y como todos los sábados en la noche los seres desconocidos que la ciudad nos acostumbra a ignorar empiezan a salir de sus madrigueras. Observo las sombras caprichosas desplazándose de aquí para allá mientras toda esa actividad urbana en descontrol adquiere sentido gracias al London´s Burning que ahora me rasguña los oídos. Enciendo un cigarrillo que consumo en tres cuadros fulminantes de ansiedad prematura y me dirijo determinante a la boca de la caverna. Es la hora.

Toco el timbre. En escena aparece un tipo de dos metros con dos bolas enormes como ojos que le brillan fulgurantes en el plano de su rostro totalmente oscurecido y que me observan de arriba abajo con evidente desconfianza. La requisa de rigor y la puerta que se cierra en un crepitante click. Bienvenido.

Entro. Atrás no sólo quedaron los rezagos de polución y gente danzante en calles y avenidas, de gritos ahogados en medio del caos vehicular, de gentes con mucha prisa hablando solos, de puesticos de dulces y cigarrillos en las esquinas atendidos por matronas escondidas bajo tres capas de ruanas. Atrás también quedó mi vida conocida. Esa de la que todos creen saber y que todos desconocen. Aquí soy yo o por los menos una parte de mí lo es. Aquí olvido que tengo que caminar, hablar y comportarme de cierta manera por temor a ser descubierto, a ser señalado. En este infernal lugar mi rol no es de víctima ni victimario, no soy dueño ni subalterno, ni rey ni vasallo. Tan solo la carne que queda expuesta cuando se despoja de todas las máscaras de la vida cotidiana.

Avanzo. Me deslizo entre oscuros corredores, cortinas desleídas y miradas inquietantes. En ocasiones algunas manos salen de la nada y se acercan. A veces demasiado.

Acelero el paso. No es esta la compañía que busco. No es esta la respuesta a la eterna pregunta. No es el genio contenido en la botella. Esta es la droga que me reduce, la musa corrupta que me hipnotiza con sus piernas abiertas y ante la cual cedo sin vacilaciones conociendo bien las consecuencias.

Termino en un mezzanine a plena luz con filas enteras de casilleros grises, una toalla en la mano y una llave en la otra. Por los corredores que se dibujan al fondo fluctúan rudas siluetas ausentes de prenda alguna, clandestinas, expectantes. Son los murciélagos que esperan en la profundidad de la caverna con los ojos brillantes y los sentidos bien abiertos. Todos ellos buscan algo. Todos estamos aquí por la misma razón.
Un halo de vergüenza se me atora en la garganta y se va diluyendo a medida que asumo mi rol, me entrego al personaje que no soy mas que yo mismo. Me despojo de mis ropas con una naturalidad que a veces me asusta. En una esquina un tipo también revela sus formas tímidamente y no deja de mirarme…

― hola



7 comentarios:

Monchis dijo...

Hola Homófilo,

Mágnifica historia.

En nuestro interior siempre se ocultan fantasmas, facetas oscuras, deseos inconfesables.

Eso es parte de nuestra naturaleza y de ellos derivamos adrenalina, placer y a veces muchas culpas.

me encata tu estilo...seguiré pendiente.

Anónimo dijo...

Homófilo.

Esa manera de retratar cada momento me transporta a tus historias como espectador invisible.

Nuestra vida tiene un lado que debe a veces manejarse en otras condiciones, a veces se vuelve una carga. Pero en esa dimensión la libertad que se puede experimentar es tal que, personalmente podria decir que ahí en ese instante el mundo deja de existir para ser solo yo, el peso sobre mi espalda desaparece por completo.

Juan Pablo Calvas dijo...

Homófilo,

Excelente relato... muy muy bueno. Es triste, eso sí, que tengamos que huír del mundo, que tengamos que internarnos en "cavernas" para poder ser de verdad quienes somos.

En lo personal, yo aún tengo alguna dificultad. No es fácil aceptar que uno de una u otra forma tiene un poco de ambos mundos, de ambas vidas...

Anónimo dijo...

Mi querido niño, que prosa tan bárbara! Me ha encantao!!! Que descripción tan impresionante de la ciudad.
Te postularía entre mis lecturas favoritas si tan sólo no me resultara tan pateador leerte.
Baccio!

Homófilo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Arquitecturibe dijo...

Algunos tienen la dulce facultad de hilar tan bien las palabras, que sin darte cuenta, has consumido todas las fraces con una curiosa hambre intelectual...
muy bien escrito mi amigo
saludos desde mi lejana galaxia

Thorin dijo...

Vaya relato revelador. No se si es la música que lo acompaña (Fito siempre ejerce poder sobre mí) o simplemente la prosa mágica con la que escribes... Me gustó mucho, te entiendo de cabo a rabo, cada sílaba. Volveré por aquí.